Breve reseña crítica sobre creacionismo y ultraísmo en España

Breve reseña crítica sobre creacionismo y ultraísmo en España

Gonzalo Pernas Frías

En una sentencia bastante conocida y parafraseada, al menos en publicaciones como la que aloja este texto, Gerardo Diego aseguró haber inventado el Ultraísmo él solo, en Santander1. La otra cita canónica –Germán Gullón hace uso de ambas en un estudio imprescindible2 - es la de Juan Jacobo Bajarlía, quien toma al ultraísmo como al hijo del creacionismo huidobriano3. Sin embargo, más allá de las paternidades, la razón de ser del ultraísmo obedece al leitmotiv genérico de toda vanguardia: la desestabilización de usos lingüísticos y representacionales considerables como establecidos; la deconstrucción del constructo sin fin más allá de la propia acción desestabilizadora. El desgaste progresivo del novecentismo –justamente su inevitable normalización- lo haría permeable a los fluidos futuristas, cubistas, dadaístas y expresionistas que venían de Europa, como ejemplifica la consideración de Cansinos Assens como “president” español del dadaísmo, por parte de la revista Dadá4.

Aunque en la Historia de las literaturas de vanguardia de 1965, Guillermo de Torre reconoce el ultraísmo español como movimiento literario posterior a la estadía de Huidobro en Madrid5, el crítico y ultraísta juvenil considera a aquel una suerte de cubismo literario inspirado en Apollinaire, Cendrars y Reverdy. De Torre añade que el creacionismo –implicado en el desarrollo conceptual de una metapoética, más que en un rupturismo incondicional- es independiente del ultraísmo, bien que Juan Larrea y Gerardo Diego abrazasen la propuesta huidobriana desde las dogmática filas ultras. Calumniado a su vez por Reverdy, Huidobro va denostando cada vez más el ismo español desde una atalaya compartida con Assens, quien llega a identificar su Candelabro de los siete brazos (1914) con Las pagodas ocultas (1914). Por su parte, Gerardo Diego defiende la preminencia de la afirmación estética del creacionismo sobre el ultraísmo6.

Dejando de lado la polémica Reverdy-Huidobro sobre quién precedió a quién, y que es objeto de gran número de textos académicos que suelen incluir a Herrera y Reissig en cuitas de autoría y plagio, parece claro –como De Torre mostró- que la aportación del francés a su creacionismo culminó en la adaptación literaria de ciertos principios cubistas, más que en la consumación de aquellos en su propia obra. De hecho, Reverdy teorizó sobre la independencia de pintura y poesía como medios autónomos en Nord-Sud, mientras el chileno admitía todo un campo de posibilidades experimentales en el que trabajar7. De todas formas y como se sabe, ambos poetas confluyen en la búsqueda de una poesía antimimética, autorreferencial, en fuga de lo poético y al encuentro de lo plástico, y cuyo aspecto más exotérico –por así decir- es su irrefrenable sed de innovación. Esta punta de lanza, genérica de las huidas vanguardistas, fue la que penetró en el ámbito literario que Huidobro frecuentó a su paso por España. El apostolado del poeta, como lo llamaba Assens, cultivó el ultraísmo con semillas huidobrianas, aunque en terreno algo más árido que el París de Max Jacobs o Blaise Cendrars.

Si el término “ultra” fluye de la pluma de Assens8 –que parodiará el ismo en El movimiento V.P.- Guillermo de Torre concreta la fecha de aparición del manifiesto seminal ultraísta: fue en febrero de 1919, en los periódicos El Liberal, la Jornada y La Correspondencia de España9. Lejos de las articulaciones discursivas de las vanguardias dadaístas y futuristas, el ultraísmo abraza literalmente todo lo que sea nuevo, y tal pobreza conceptual explica un poco su escasa inflamabilidad; la tímida capacidad revulsiva que ha hecho del ultraísmo poco más que un periodo de estudio por parte de investigadores especializados. El excesivo cuidado con el que el ultraísmo pretendió cuestionar el mundo formal y conceptual del novecentismo, es sin duda uno de los principales motivos de su corto alcance y transitoriedad; algo a lo que debe sumarse –sería poco riguroso obviarlo- el status periférico de España en términos tanto geográficos como culturales.

Tras la visita del profeta de Santiago de Chile, los manifiestos ultraístas acomodaron en la península la propuesta de Marinetti10, por una parte, y la de los planteamientos dadaístas por otra, sin olvidar la influencia de otros ismos de las dos primeras décadas del siglo XX. Igualmente, es razonable otorgar al ultraísmo una vigencia de poco más de un lustro: el tiempo que transcurre entre los manifiestos de finales del veinte y el cierre de la madrileña revista Vltra en 1922, justo un año antes de la publicación de Hélices11. En relación a esta, Juan Bonilla dijo que “al juvenil De Torre le fascinaban las palabras esdrújulas y decía que los motores sonaban mejor que los endecasílabos. Caricaturizar su manera de decir está al alcance de cualquiera, pero no hay que perder de vista que estamos ante un momento de alborada en el que unos jóvenes, hartos de la rima modernista, de los cisnes y las princesas, tratan de acompasar su reloj al de Europa”12.

Las dificultades del acompasamiento se comprenden recordando cómo De Torre –a diferencia de corresponsales como Alberto Insúa o Ricardo Baeza- escribe sobre las soirée dadaístas a través de terceras personas. Significativamente, en la velada ultraísta del 30 de abril de 1921 en el Ateneo de Madrid, el autor de Hélices comentó “la falta absoluta de perspicacia y de lealtad captadora por parte del público –tan desemejante al que, en aquellos días, disfrutaban los dadás parisinos-”13. Falta de un público que reaccionaba adversamente a “la poesía, por llamarla de alguna manera, de Guillermo de Torre, el más recalcitrante, dogmático, desengarzado e invertebrado de todos los colaboradores [de la revista Vltra], pararrayos que sin duda atraía, quemando a los demás poetas, las tormentas de un público reacio a sus fiebres léxicas”14. No ha de extrañar el muy vanguardista colofón de la revista citada, con un número exclusivamente dedicado a la generosa publicidad incluida en números anteriores. Era 15 de marzo de 1922, y la acción instrumental de los ultras comenzaba a saborear las hieles de su obsolescencia.

Lo que Bonilla observa sobre el único libro poético de un autor más recordado por su dedicación a la historia de las vanguardias –y su fundación de la editorial Losada en Buenos Aires- se corresponde con lo escrito por Gullón en su Limitaciones del ultraísmo: “diría que la importancia del ultraísmo acaso resida en sus limitaciones, en la continua pugna por acoplar el ritmo del mundo moderno al ritmo lento interno del espíritu”15. Y es que Gullón se adscribe a la comprensión de la poesía ultraica como búsqueda –efectivamente- de un plus ultra, al menos lo suficiente como para no conformarse con el valor exclusivamente histórico-anecdótico que Torrente Ballester ve en los experimentos de Guillermo de Torre y compañía. En cualquier caso, el conato de sincronización que la presencia en España de artistas como los Delaunay, Picabia o Barradas –y la seminal de Huidobro, que venimos tratando- propició, afectó un cierto cuasiparoxismo que ayuda a comprender las críticas de D´Ors y el último Cansinos Assens.

La saña con la que Assens retrató a De Torre16 y el modo en que se mofó de la aventura ultraísta son, de algún modo, una denuncia de aquella como sucedáneo –incluso como corrupción- de un cubismo y creacionismo serios: los que el sevillano mostró a la élite confusa de poetas que frecuentaba el Café Colonial. Pero Assens no solo divulgó y tradujo a los cubistas franceses, también importunó a Huidobro al relacionarlo con Apollinaire, Jacobs y Reverdy. Si De Torre y correligionarios desvalijaron17 el legado del chileno –como se ha visto- sin saber muy bien qué y cómo hacer con él, Assens dio a entender que el creacionismo huidobriano era una especie de apéndice cubista, aunque siempre desde un respeto que el autor de La novela de un literato no profesó por ninguno de los jóvenes ultraístas.

Huidobro, sospechoso de egolatría irremediable, posible aunque improbable mistificador de fechas relativas a la producción de su obra, acusado incluso de ser un poeta mediocre… tiene sin embargo razones para ver el ultraísmo como una “dégradation ou mauvaise comprehénsion du creationisme”18, o más elocuente y menos duramente, como una “escuela fantasista”19. El afán “ultra” por ajustarse los relojes, reflejado en manifiestos que no exigieron mucho más que novedad ni asumieron la gravedad metafísica del creacionismo puro –entendido precisamente como búsqueda trascendental de creación pura-, hizo del ismo español un suceso fugaz que cruzaría el Atlántico, y que se mantendría en el plano de la subversión formal. El creacionismo –al menos el creacionismo huidobriano-, sin especular sobre las paternidades con las que empezábamos el texto, buscó efectivamente un hecho nuevo y fugitivo de lo poético. El ultraísmo, bien que no le faltaran razones, se preocupó por desmantelar aquel mundo de cisnes y princesas que se ha mentado, esperando –mientras tanto- la llegada de un contenido que quedó en el camino.

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Notas:
1)DELGADO, Fernando G. “Gerardo Diego y las puertas de los ochenta años”. Insula. Nº 354. 1976. Pág. 29.
2) GULLÓN, Germán. “Limitaciones del ultraísmo”. Revista Iberoamericana VOL XLV. Nº 106-107. Enero-junio. 1979. Págs. 335-342. Pág. 336.
3) BAJARLÍA, Juan Jacobo. El vanguardismo poético en América y España. Perrot. Buenos Aires, 1957. Pág. 18.
4) Dada Nº 6 (“Bulletin Dada”). París, 1920. Pág. 2.
5) ROBLES, Mireya. “La disputa sobre la paternidad del creacionismo”. Thesaurus XXVI. Nº1. 1971. Pág. 98.
6) VALCARCEL, Eva. “Vicente Huidobro y el creacionismo en España”. Huidobro. Homenaje 1893-1993. Eva Valcárcel (ed.). Universidade da Coruña. La Coruña, 1995. Págs. 11-49. Pág. 16.
7) CASTRO MORALES, Belén. “Los horizontes abiertos del cubismo: Vicente Huidobro y Pablo Picasso”. Anales de literatura chilena. Año 9. Nº 9, 2008. Págs. 149-167. Pág. 154.
8) En CANSINOS ASSENS, Rafael. “La nueva lírica: su irradiación”. La Correspondencia de España. Madrid, 1918. Pág. 4.
9) SARMIENTO GARCÍA, José Antonio. Las veladas ultraístas. Universidad de Castilla-La Mancha. Cuenca, 2013. Pág. 15.
10) MARINETTI, Filippo Tommaso. Manifesto tecnico della letteratura futurista (pliego). Direzione del Movimento Futurista, Milán, 1912.
11) DE TORRE, Guillermo. Hélices. Mundo Latino. Madrid, 1923; Hélices. Reedición facsímil a cargo de José María Barrera López, (preliminar de Miguel de Torre Borges). Centro Cultural de la Generación del 27. Málaga, 2000.
12) GARCÍA MARTÍN, José Luis. Poetas de novecientos. Entre el modernismo y la vanguardia [Antología]. Tomo II. De Guillermo de Torre a Ramón Gaya. Fundación Santander Central Hispano. Madrid, 2001. Pág.11.
13) OSUNA, Rafael. Revistas de la Vanguardia española. Renacimiento. Sevilla, 2005. Pág. 187.
14) Op. cit. Pág. 197.
15) GULLÓN, Germán. “Limitaciones del ultraísmo”. Revista Iberoamericana VOL XLV. Nº 106-107. Enero-junio. 1979. Págs. 335-342. Pág. 337.
16) Un buen ejemplo es la siguiente semblanza: “ingenuo, candoroso y al mismo tiempo de una audacia y un aplomo invulnerables a desaires y burlas. Pequeñito, vestido como un pollo pera, con el pelo cortado a rape, unos ojos inexpresivos, unas orejas como ventiladores y un hablar gangoso debido a la nariz torcida, y llevando bajo el brazo una carterita de colegial”. Citado en DIAZ DE REVENGA, Francisco Javier. “Cansinos Assens, Guillermo de Torre y los orígenes de la Vanguardia en España”. Monteagudo. 3ª época, Nº 10. 2005. Págs. 135-138. Pág. 138.
17) CASTRO MORALES, Belén. “Los horizontes abiertos del cubismo: Vicente Huidobro y Pablo Picasso”. Anales de literatura chilena. Año 9. Nº 9, 2008. Págs. 149-167. Pág. 155.
18) Citado en CASTRO MORALES, Belén. “Los horizontes abiertos del cubismo: Vicente Huidobro y Pablo Picasso”. Anales de literatura chilena. Año 9. Nº 9, 2008. Págs. 149-167. Pág. 157.
19) Op. cit. Id.